Tal como se advierte al inicio del texto escrito, para la
generación de nuestro texto hemos trabajado con materiales diversos:
1. Discursos de
época.
2. El cuento Una
semana de holgorio, de Arturo Cancela.
3. Documentos
históricos.
4. La novela corta
autobiográfica de Pinie Wald, KOSHMAR.
Ésta última, que ha sido lo prevalente, es, y coincidimos
con Orgambide, una narración al mejor estilo Walsh: desde una subjetividad que no se permite
digresiones. De ceñirnos a la necesidad
del texto que adaptamos, sin duda
hablaríamos de épica histórica: en
primera persona, un hombre, un periodista inmigrante, que hace del ser judío su
patria, y del socialismo (bund) su religión (sic), es apresado, torturado y
aislado al modo kafkiano, porque una clase social teme una revolución. Este hombre es un Aleph, en él se instala un
punto de convergencia de las relaciones sociales y políticas que confluyen en el
Buenos Aires de enero de 1919, y como individuo, a la vez, está atravesado por
ellas. Hay poca metáfora en lo que
acabamos de decir, ya que un sinnúmero de personajes llegarán hasta su celda a
cuestionarlo una y otra vez, para tratar de arrancar, como con la tortura que
también padece, una verdad inexistente.
Y aquí es donde se complejiza la elección de un lenguaje
para una épica. Debemos dar cuenta de un absurdo: una clase social y una clase política hacen
de un inmigrante judío y socialista el único pilar que sostiene la ideología
represiva que promueven. El Godot de
esta historia es la confesión de parte que justifique la muerte y la represión
de otra clase social. La confesión del
disparate, como Godot, nunca llegará.
Pero el absurdo está reñido con la historia, si ésta es
definida como creación de sentidos.
Hemos tomado, sin embargo, elementos del absurdo para contrastarlo con un
lenguaje coloquial, el tantas veces nombrado como “lenguaje realista”. Por supuesto, la ficción de realismo está
tramado desde discursos y publicaciones de época. El absurdo, por su parte, recurre a repeticiones
y retornos.
Pero en la novela de Wald (de la que nuestro texto pretende,
entre otras cosas, ser adaptación) si bien desde lo narrado se apela a la épica histórica y hasta al
absurdo, desde la narración, desde su
mismo concepto y desde el título incluso, está defendido su carácter
introspectivo, onírico y psicológico, y el cara a cara del protagonista con el
miedo. Por eso la escena del “Waldurgis”
en alusión a la faustiana Walpurgis de Goethe, que es su punto más intenso,
cuando sintiéndose incapaz de razón, solo desea terminar con la “pesadilla” y
con su vida, conjuntamente. Por eso,
también, el simulacro de fusilamiento en el marco de nuestra danza patria.
Por otra parte, y sin contradecir nuestras fuentes, nuestra
visión del Buenos Aires de 1919 está, sin dudas, conformada en y mediada por lo
literario y lo artístico. La
construcción del texto escrito entonces estará determinada por este estrabismo
que nos permite apropiarnos del relato e intervenirlo para abrirlo a su
tratamiento dramático.
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